
Creo que se llama Victor y es más malo que la merca. Trabaja de seguridad en un bolichón a dos cuadras de casa, junto a otros dos matones con quienes se va turnando para repartir odio y maldad, como si fuesen caramelitos. Su aspecto es bien varonil, tiene músculos hasta en las orejas, parece un muñeco Max Steel. Su altura resulta grotesca, para contarle un secreto hay que subirse a una silla. Siempre que paso enfrente del local lo veo golpear a alguien o a punto de hacerlo. Creo que se come el abuso mal porque se las agarra con flaquitos indefensos y la mayoría de las veces escudado por alguno de sus secuaces, tan mortíferos e implacables como él. Lo que más me llama la atención es que esboza una sonrisa de satisfacción cada vez que termina con su misión, a lo mejor lo estoy juzgando mal y tiene una enfermedad como la de Joaquin Phoenix en “Joker”, pero no creo.
Le encanta recagarse a trompadas (pero cuando tiene las de ganar), sino acude a las palabras de advertencia y concientización, que emanan de su boca como un evangelizador verborrágico. Pero eso sí, cuando su compañero vuelve del baño (o de lo que sea que haya ido a hacer) se vuelve a poner agresivo y temperamental, su seño se frunce repentinamente a la par que su mano empieza a temblar como desquiciada, impaciente por largar un golpe de puño. Es insensible e incapaz de solucionar cualquier conflicto sin un uso desmedido de la violencia, su mejor amiga.
Últimamente he percibido un nuevo comportamiento en su ser, parece que las órdenes vienen de arriba, seguramente de un tipo más perverso que él. “Para mantener el nivel del boliche” el engendro del demonio no está dejando pasar a gorditos, feos, tuertos, rengos, mal vestidos, travestidos, homosexuales; pero sus amigos entran todos y esos que hay algunos gorditos y más feos que morderse la lengua. ¿Pero quién soy yo para decir quién es feo y quién no? ¿Quién es Victor para decir quién es feo y quién no? Se resguarda bajo el lema “Derecho de admisión” pero se contradice todo el tiempo, ya que no hay un patrón concreto para su violento accionar, carente de toda lógica.
Por suerte yo no voy a esos lugares porque bailo muy mal y me gusta la música en vivo. A los antros a los que acudo podés ir vestido a tu antojo y se pelean los de la puerta por cobrarte la entrada y dejarte ingresar. Pero a ese tal Victor lo tengo cruzado, no lo debe querer ni su gata. Igual nunca lo voy a encarar porque soy un cagón, pero ojalá algún día alguien más valiente lo haga.