
Difícilmente podamos llegar a un acuerdo si no nos unimos para fin común. Por más que alguna vez hayamos leído “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera...” del Martín Fierro, o “El Pueblo unido jamás será vencido”, o “La unión hace la fuerza” u otras frases célebres que nos dieron una lección moral, cuesta mucho poner en práctica su contenido. Si en la familia no nos podemos poner de acuerdo con una ideología política no se puede pretender que todo un pueblo lo haga, y ni hablar de un país entero. Pues parece que estamos condenados a dividir. Si, dividir, que al fin no es mas que una estrategia de guerra, de política... de poder.
Es que si sos mendocino tenés que odiar a los chilenos (¿o por qué no los sanjuaninos?), si sos de River tenés que burlarte de los de Boca, si sos Macrista tenés que ser anti-K, si sos de provincia tenés que rivalizar con los porteños, si te gusta el rock la cumbia es un veneno que contamina los oídos y también las mentes. Modelos preestablecidos de comportamiento que imponen una actitud de rivalidad frente a lo que coexiste en la vereda de enfrente.
Mientras sigamos con esa postura “de choque” no vamos a lograr otra cosa que seguir sometidos a las fuerzas que nos manejan desde arriba como títeres. Nosotros peleamos entre pares mientras ellos nos miran con desdeño, mientras se toman el mejor vino al confort de su lujosa mansión. Ellos idearon la grieta: “Divide y vencerás...” dijo Julio César (o no se sabe bien quién) pero tenía tanta razón. No existen grises y tampoco un rumbo concreto para tantos seres en contínuo enfrentamiento.