
Cuando empecé a escuchar música allá por los comienzos del nuevo siglo el entorno musical era muy diferente al que conocemos hoy en día. El mp3 estaba fuera de nuestro conocimiento y ni hablar de tener internet banda ancha en casa. Junto a mi hermano Gino habíamos dejado de lado los discos de José Luis Perales, Montaner, Luis Miguel, Maná y Queen de nuestros padres para comenzar a adquirir bandas de nuestro palo. El cd original estaba a mucha distancia de nuestro poder adquisitivo, es por eso que acudimos a un local comercial de Maipú donde nos vendían un cassette grabado de algún disco a elección. Gino compró “Desde Cero” de los Pericos y yo “Trapos” de Attaque 77. Esa fue nuestra apertura de puertas a la cultura rock y también el puntapié para lo que sería un gran cambalache. Con el tiempo yo también compré un compilado de rock nacional de los 80 y Gino “Fulanos de Nadie” de los Caballeros de la Quema.
En los primeros años de secundario había conocido a dos amigos rockeros llamados Frodo y Maurito. Ellos también tenían discos que habían adquirido por sus medios o por herencia de sus padres. Frodo tenía “Electroshock” de los Ratones Paranoicos y “De La Cabeza” de Bersuit Vergarabat, mientras que Maurito tenía “Cuentos Decapitados” y “Cuadros Dentro de Cuadros” de Catupecu Machu y un compilado muy interesante de Los Piojos. Juntos adquirimos “Así es el Rocanrol” de La 25 de un vendedor callejero. Comenzamos a intercambiar nuestro material con el fin de ampliar nuestros horizontes musicales y también nuestra colección de Cassettes personalizados.
Cuando nos gustaba lo que escuchábamos pasábamos a Cassettes vírgenes el contenido, por medio de los equipos de música convencionales que teníamos en nuestras casas. De esta forma cada uno podía escuchar y conocer la música que nos ofrecía el otro. Éste método resultó ser mucho mejor que grabar los temas de la radio, donde siempre los interrumpía alguna propaganda o un comentario del conductor en medio de la grabación, arruinando todas nuestras ilusiones. También solía pasar que estábamos horas sentados frente al equipo de música con todo preparado, esperando a que la radio pasara nuestra canción favorita y así apretar “REC” rápidamente para poder grabarla en el cassette, aunque siempre nos perdíamos de grabar la introducción. Ni hablar cuando el cassette se trababa en el equipo por motivos desconocidos y había que volver a enrollar la cinta del mismo, siempre dejando algún vestigio de deterioro: ese sector de cinta quedaba dañado y cada vez que se reproducía esa parte se escuchaba horrible.
Fue una época interesante donde a través del “Cambalache” aprendimos a compartir nuestra música y encontramos otras personas dispuestas a colaborar con la causa. La música que llegaba a nuestras manos era tan escasa que la escuchábamos mucho tiempo hasta aprender todas las canciones de memoria. Con el paso inevitable del tiempo llegaron los cd´s de mp3, las grabadoras de Cd´s, el internet banda ancha y todo cambió para siempre. Pero debo admitir que había cierta mística en aquel método que se extraña, donde adquirir música era muy difícil y se sabía apreciar de una forma más exquisita.