
Cuando el otoño se empeñaba en teñir de amarillo los paisajes mendocinos, yo esperaba el avión que me llevaría a Chile, para luego partir muchos kilómetros al norte del planeta. Era momento de dejar por tres meses mi vida cotidiana, mi familia y mi perro Oliver, para afrontar algunos nuevos desafíos y experiencias.
Tengo que decir que cruzar en avión la cordillera de Los Andes a plena luz del día es un éxtasis visual. Un repetido paisaje rocoso y nevado, colmado de texturas simplemente increíbles. Dudo volver a vivir una experiencia tan impactante.
Cuando llegué a México me esperaba Quique, un hombre bajito y barrigón, con pocos pelos pero mucha sabiduría, simpatía y ganas de hacerme sentir como en casa. Él me acompañó a lo que sería mi hogar por tres meses, una inmensa y modesta universidad.
Los directivos de la Universidad Tecnológica de Tula-Tepeji (UTTT) lograron ubicarme en una gran empresa de transporte para realizar mis pasantías laborales. También coordinamos para que yo pueda cursar una materia de la carrera de Ingeniería en Sistemas en la misma universidad.
Al poco tiempo conocí a unos mendocinos que vivían en las afueras de la UTTT. No tardaron en venir a mi habitación a presentarse e invitarme a compartir una comida en su casita del barrio de Los Lagos. Al poco tiempo trabamos amistad con Fer, Nacho y Fede, y gracias a ellos hice muchos amigos más como Mauro, Fer(mexicano), Bayelin(cubana), Los Olguín(hermosa familia mexicana) y los Jarochos de Veracruz.
Comencé a trabajar en Corporativo Unne y fue una experiencia maravillosa. Yo era auxiliar del Ingeniero Brito, y él me encargaba todas las tareas simples y rutinarias relacionadas con mantenimiento de equipos tecnológicos, problemas comunes con impresoras o computadoras, armado de PCs y muchas otras cosas más. Al principio trabajaba diez horas diarias y del corporativo me informaron que no iban a poder pagarme, por lo que debía ingeniármelas para conseguir dinero para pagar los dos colectivos necesarios para ir y otros dos para volver. A pesar de esto debo mencionar que era feliz trabajando ahí y que la comida que comíamos todos los días en el comedor a la una de la tarde, es de lo mejor que he comido en mi vida.
En este trabajo también hice muchos amigos como el buen Rafa, quien luego me invitaría a almorzar con su familia y terminaríamos siendo compinches y hablando hasta el día de hoy. También conocí a mi buena amiga (...), y luego a Dalia, quien junto con su familia, nos invitaron a conocer geniales lugares como Pachuca, restaurantes y campings.
Al volver del trabajo, todos los días compraba un gran vaso de fruta fresca. Mango, ananá, sandía, melón y frutillas. Al principio solo la fruta, al transcurrir el tiempo comencé a agregar a mi frutal vaso: limón, sal y picante, como era costumbre en el lugar. Amaba recorrer los comercios, comprar mangos a buen precio y comerlos con las manos como un cavernícola al llegar a mi piecita en la UTTT. También solía comprar cosas del lugar como elotes, o pequeñas tortas de guacamole.
En la universidad logré integrarme con mis compañeros y pude encontrar personas geniales. Jugábamos a la pelota antes de entrar a clases y algunas veces nos retaron. Y mi profesor fue una de las personas más interesantes que he conocido en mi vida.
En el barrio de los Lagos conocí a Doña Fili, una almacenera tan amorosa y hospitalaria que me enseñó lo grande que puede ser el corazón de las personas humildes... ¡Hermosa!. También Jazmin y Miguel, un matrimonio que nos recibía a menudo en su casa para comer y jugar. Hermosas personas también.
El 23 de julio era mi cumpleaños número 23. Me sentía raro al saber que por primera vez lo iba a pasar lejos de mi familia y mis seres queridos. Sin embargo, gracias a las lindas personas que me rodeaban, este fue un cumpleaños único. En mi trabajo Rafa, Danilo y Dionel me prepararon una fiesta sorpresa en la oficina de Rafa. Comimos rico, tomamos refrescos y hablamos mucho. Cuando llegué a la universidad el portero Porfilio me avisó que Brenda me esperaba en su oficina, cuando fui a verla me regaló un pastel de chocolate riquísimo. A la noche los mendocinos me invitaron a su casa en donde comimos y festejamos junto a nuestros amigos. Cuando asistí a clases noté algo raro en mis compañeros, todos llevaban cosas dulces, bebidas y comida. Al comenzar la clase me sorprendieron con un gran festejo sorpresa por mi cumpleaños, comimos y nos divertimos mucho. Fue una sopresa muy grata que siempre guardaré en mi corazón.
Brenda fue otra genial amiga que me permitió conocer lugares increíbles y costumbres mexicanas como: La feria medieval en Pachuca, un asado familiar en casa de sus padres, la feria del queso y del vino en Tequisquiapan, y una venta de objetos artesanales a orilla de una ruta que nunca supe su nombre.
Un fin de semana logramos escapar con Mauro a Las Grutas de Tolantongo, un lugar natural de lo más increíble, grande y bello que haya conocido. Un caudal de agua termal turquesa cargada de minerales, atravesaba todo el parque nacional, saliendo por debajo de cuevas, pasando por un río dividido con bolsas de arena, lo que hacía decenas de piletas naturales en el mismo río, y atravesando el predio llegabas a una montaña con cientas de pocitas (piletitas) por las que circulaba el agua turquesa y uno podía meterse a disfrutar del paisaje que se veía desde la montaña en cualquiera de las tantas piletas de tipo arcilla, que no eran más grandes que dos metros por dos metros. Un paraíso terrenal.
En la soledad de mi habitación los días transcurrían raros, comía cereales, miraba películas y salía a correr por la cancha de la universidad escuchando canciones de rock que tenía en mi reproductor de mp3.
Lo mejor de México es la calidad de las personas. Tal vez al principio demostraron algún prejuicio con respecto a mi por ser argentino, pero una vez rompíamos esa barrera de desconocidos, su amor, disposición, amabilidad, hospitalidad y cariño, es infinito.
La comida mexicana y su picante suelo extrañarla con frecuencia. También las micheladas, cerveza Corona con limón y picante, y escarcha de chilito en la boca del vaso. ¡Delicioso!
Cómo no hablar de mi recorrido por DF en compañía de Meli. Fuimos al estadio Azteca, al arco de la independencia, al ángel de la revolución, al zoológico, comimos tacos y nos divertimos. Ese tour express fue increíble.
También caminé por la zona arqueológica de Tula, impactante zona de ruinas e historia. Luego con mi amigo Fer Mexicano fuimos a Teotihuacán, un imperio Mexica al parecer nunca descubierto por los conquistadores. Sus ruinas están intactas, y pude contemplar las increíbles pirámides del Sol y la Luna.
Tomé pulque, comí tacos al pastor (¡muy picantes!) y comí todo tipo de tortas. Con las masas de harina de maíz pude engordar a pesar de hacer ejercicio a diario. Me bañé con agua helada, un tipo se apareció en mi habitación una noche de lluvia, me obsesioné con el volcán Hikuko. Fui a bares y discos, jugué mucho fútbol, me emborraché, pasé hambre por no tener nada de dinero. No podría contar todo en unos pocos renglones, pero sí decir que fue increíble.
Al volver a mi tierra me reencontré con Mendoza y pude apreciar su belleza por primera vez en mi vida. Aprobé con diez mi tesis desarrollada en México, y me quedo con tres meses maravillosos de mi vida. Gracias a todos los que hicieron posible este intercambio cultural, este viaje de vida.