El empresario noble opera en Argentina. No quiere entrar en juegos sucios, no quiere pagar sobornos. El empresario noble quiere jugar limpio y desarrollar sus actividades empresariales en paz.

Un agente lo viene a intimidar. Quiere que el empresario noble le pague una comisión de sus ganancias. El empresario noble se niega rotundamente.

El agente habla con el dueño del periódico, el medio desinformativo más popular de toda la región y el país. La editorial del dueño del periódico publica una nota acusando al empresario noble de movimientos sospechosos en sus negocios. Su nombre hace ruido en los medios, la tensión aumenta y el empresario noble tiene la opción de aceptar los términos del agente, o que en su defecto siguiera apareciendo de forma sucia su nombre en los medios locales.

El empresario noble decide hacer oído sordo a las acusaciones mediáticas y decide seguir firme en su postura del no soborno.

El fiscal se reúne con el empresario noble, le dice que si no acepta los términos que propuso el agente, él mismo se encargará de realizar una denuncia y una investigación judicial usando como punto de partida las notas del periódico local en donde es acusado de operaciones sospechosas.

El empresario noble no accede a arreglar con el fiscal. El fiscal ejecuta su denuncia penal y ésta misma cae en manos de su gran amigo personal, el juez.

El juez propone al empresario noble aceptar los términos que le había propuesto el agente en primera instancia. El empresario noble se niega. El juez ejecuta un juicio y declara culpable de corrupción al empresario noble.

El empresario noble va preso, su empresa entra en crisis e inmediatamente es adquirida por un grupo de empresarios afines al agente, al dueño del periódico, al fiscal y al juez.